Por Denis
María Reyes
Desde que empecé a crecer oigo hablar de humanos,
humanidad, y de los Derechos con ese mismo nombre; pero mientras más escucho
sobre eso, menos entiendo a la raza que dice tener esa condición, pues a pesar
del privilegio del raciocinio, el que no poseen los restantes seres vivos, su
actuar es peor ¿Será que no conoce el verdadero sentido de esa expresión?
El horror que vive la humanidad por estos tiempos no
es de personas civilizadas; aunque, en honor a la verdad, la diferencia de
ahora y antes la hacen los sofisticados armamentos usados, pues el barbarismo
de los hombres data desde que éstos existen.
No podemos olvidar los terrores de las guerras cuerpo
a cuerpo en la era antigua, las peleas a muerte por el mero entretenimiento de
monarcas, o los sacrificios con los propios semejantes para agradar a las
deidades idolatradas, amén de muchos
otros crímenes por placeres terrenales.
La humanidad de las personas ha de estar en cada acción,
gesto o proceder de los seres que representan -según definición- la raza
superior; ha de tener intrínsecamente la bondad y el deseo de ayudar; ha de
estar despojada de egoísmos, ambiciones y de geófagos propósitos, como los que
en la actualidad están destruyendo el
planeta tierra.
Me pregunto
-por fijar un lapso- es de humanos el exterminio contra los palestinos,
las masacres en países ajenos ¿Lo serían las de la Primera y la Segunda
contiendas mundiales, o los ocurridos en otros tantos conflictos bélicos
acontecidos en el mundo?
Y cuando digo ciudades destruidas, obviamente estoy
hablando de vidas truncadas sin excluir ni a culpables, ni a inocentes que
apenas han visto los astros que iluminan nuestros días y noches.
En esos hechos bélicos han sucumbido miles de
seres de esta raza que dice ser humana, humanitaria, generosa. Recae en sus
ejecutores la responsabilidad de que hoy millones de seres estén carentes de
abrigos, medicinas, alimentos y sufran la pérdida de sus familiares más
queridos.
No es precisamente de seres caritativos privar de la
vida a inofensivas personas, destruir sus hogares, centros médicos, escuelas,
solamente por presumir de poderes que no les servirán de nada cuando abandonen
su reinado en este mundo.
No hay calificativos para la crueldad del hombre
contra el propio hombre, no obstante civilizado, aunque ¿Lo será? Pregunto.
Contradictorio ¿No? Porque son personas instruidas, pero demoníacas en las que
ni una sola fibra de su cuerpo emana humanidad.
Aferrados a esa locución, humanidad, tenemos el deber
de defender el mundo, por nosotros y por los de mañana, que igual, tienen
derecho a una existencia plausible.
Todo está en constante cambio; y el mundo, como un
todo único, no escapa a esa variabilidad, a veces para bien y otras para su
perjuicio. La materia que lo integra se mueve y está presta a reaccionar a la
más mínima alteración de sus componentes, razones que sustentan la teoría de
que un día cualquiera, a una hora desconocida, en un minuto impredecible, puede
romperse el equilibrio que lo sostiene.
No apresuremos
el principio del fin, pues a nadie conviene.
2/9/14
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