Por Denis María Reyes.
Por mucho
que me lo pregunto no acabo de entender el proceder de la raza humana, pues la
mayoría de las veces, más que por altruismo, actúa por el neto placer de la supremacía,
sin calcular cuánto, ni a quiénes, ni a qué, le hace daño. Su entendimiento no
le da ni para pensar que al final todo se volverá contra sí como un puro
boomerang, pues si arruinas lo que tienes, más temprano que tarde, terminarás
de la misma manera.
Me agota -y
no creo que mi mente sea más frágil que otras- esta pugna que nadie puede ignorar,
pues este espíritu guerrero de los hombres data desde los inicios de la
existencia humana; y lo que más me aterra es que esta hostilidad va a finalizar
únicamente cuando se extinga la vida terrestre. No es pesimismo, no; sino que
los acontecimientos bélicos a lo largo de la vida, no dejan alternativas para
argumentar lo contrario.
En la
obsesión por entender el intríngulis del funcionamiento del cerebro de los
hombres, recurro a la ciencia, la que confirma que la “especie humana tiene la
responsabilidad de su propio futuro,” así que, si analizamos este axioma, no es
difícil inferir cuál será el futuro de la humanidad, en la que precisamente,
los más poderosos, van arrasando con la vida, arguyendo criterios que ni ellos
mismos se lo creen.
Contrariamente
a lo que aconseja la lógica, el hombre se afana en llegar a desconocidos e inhóspitos
mundos –lo que no objeto- pero ¿No sería más razonable que primero resolviésemos los problemas que agobian a la
humanidad aquí en la Tierra?
De qué
servirá llegar a la Luna,
a Marte o a cualquier otro Planeta cuando aún no aprendemos a cuidar la heredad
en que vivimos, cuando no resolvemos el problema del hambre que padecen unos
870 millones de personas en el mundo; no solucionamos con eficacia y en todas
partes, las epidemias que las azota, la insalubridad en las comunidades que
viven en condiciones paupérrimas; la abismal desigualdad entre los seres
humanos; cuando no hemos sido capaces de proteger todo lo que es tangible y esencial
aquí, por donde circulamos y podemos respirar, libre de medios sofisticados, un
aire que, si bien es cierto, que lo hemos enrarecido con el quebrantamientos de
las leyes naturales, también lo es, que aún vivifica a los seres.
En mi
afán por el tema, hurgo en la ciencia para tratar de entender el enigma de la
mente humana y qué encuentro: según la definición del médico neurólogo
austriaco, Sigmund Freud, en su teoría sobre el miedo –por citar tan sólo un
ejemplo de sus vastos estudios- existe un miedo neurótico, el que no tiene
ningún fundamento, precisamente el empleado por ciertos gobernantes para atacar
a determinados países porque, argumentan, constituyen una amenaza para, nada
más y nada menos, que el país más poderosos del mundo, Estados Unidos.
Obvio,
ese es su mecanismo de defensa y para esconder sus verdaderos propósitos, para
mantenerse vivos como Sistema. Creo que en estos momentos ellos, los Estados
Unidos, están luchando “con el miedo al miedo” de perder su supremacía mundial,
a contraer el dominio que actualmente tienen sobre algunas áreas del Planeta.
Y de esta
manera crean una fechada falsa para “libertar” al mundo de un supuesto
terrorismo, cuando sus verdaderas intenciones son desestabilizar los regimenes con
ideas sociales opuestas a las suyas.
Todo un
teatro para ocultar sus malévolas intenciones: la injerencia en asuntos ajenos;
método solapado contra cuanta “espina se le atraviesa en su ancha y ambiciosa
garganta geopolítica”. Ahora amenazando con sus fauces, amén de a otros, a
países de América Latina, no sin antes haber anclar sus garras en algunos del
Medio Oriente.
Así anda
el Mundo; y los hombres dejamos que manipulen nuestros sentimientos. Que nos
enseñen a matar a los semejantes sin remordimientos; y al par, vamos
destruyendo Naturaleza, medios, sociedades, la obra humana que a lo largo de siglos,
ha cimentado o erigido este portentoso ser que tiene la posibilidad de andar
erecto, cavilar, amar y vivir en franca armonía con sus semejantes y su
portentoso Medio.
Estas y
muchas otras son las razones por las que no comprendo el complejo proceder de
la raza humana, la que va apurando su propio exterminio.
¡Qué
desperdicio… con el Mundo tan maravilloso que tenemos!
08/03/14
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