Denis María Reyes
José
Julián Martí, más allá del Apóstol, del Maestro, del ideólogo que fue, era un
ser especialmente tierno con su familia; no obstante, situar primero, su
fervoroso patriotismo y la gran piedad que sintió por los infortunados del
mundo. Prueban su enorme sensibilidad los versos que tituló “La Gran Pena del Mundo”,
lira que llevaría un claro mensaje: su decisión de lucha contra toda
injusticia.
Fue así
que, cuando era apenas un niño, prometió ante el cadáver de un esclavo acabar
con excesos como aquél. Escribiría entonces:
“Rojo como el desierto,
Salió el sol al horizonte:
Y alumbró a un esclavo muerto,
Colgado en un seibo del monte.
Un niño lo vio tembló
De pasión por los que gimen:
Y, al pie del muerto juró
Lavar con su sangre el crimen”
Pero tan
fuerte como ese fervor por la
Patria y los indefensos, fue el que sintió por su familia, la
que insistentemente expresaba añoranza por su prolongada ausencia y por la
escasa reciprocidad epistolar, mas la voluntad de acero de Pepe, como le
llamaban sus allegados, venció estas exigencias.
Martí sufrió
amargamente, primero, la muerte prematura de tres de sus 7 hermanas: Pilar (María
del Pilar Eduarda) en 1865, sin aún cumplir las seis añitos; a Lolita (Dolores
Eustaquia), en 1870, con poco más de 4; mientra que a Mariana Matilde (Ana) la
perdió en la flor de la juventud (1875), antes de arribar a las 19 primaveras.
Coincidencia
funesta, fueron aquellas muertes acaecidas tras unos cinco años, cada vez; pero
tan doloroso como el fallecimiento de las primeras, fue que, otras tres,
cerraron sus ojos en los meses de febrero, junio y julio del año 1900: Antonia
Bruna, María del Carmen y Leonor Patrona.
En 1887
falleció Mariano Martí –anotan investigadores- el padre que, de hinojos, no
pudo acallar su dolor por las sangrantes heridas causadas por los grilletes en
la pierna de su joven hijo, que con apenas 15 años, fue enviado a la cárcel
Nacional, acusado de infidencia por escribir una carta, junto a Fermín Valdés
Domínguez, en la que acusaban de apóstata, a uno de sus compañeros de estudios,
que se había alistado en las filas enemigas. Fue apresado el 21 de octubre de
1869.
La
devoción y el respeto que sentía por su padre no fue casual, sino porque le reconocía
sus valores; de ello son testigo cada una de las cartas a la hermana Amelia,
donde le solicitaba comprensión para con él y le decía que “sonriera a sus
vejeces”. Lamentó su muerte, sobre todo porque no pudo decirle cuánto lo
admiraba y respetaba.
Estas
líneas -escritas poco tiempo antes de
morir en combate- prueban la tierna adoración por la progenitora de sus días: “Yo
sin cesar pienso en usted. Usted se duele en la cólera de su amor del
sacrificio de mi vida: y ¿por qué nací de usted con una vida que ama el
sacrificio? Palabras, no puedo. El deber de un hombre está allí donde es
más útil. Pero conmigo va siempre, en mi creciente y necesaria agonía, el
recuerdo de mi madre”.
A la
amantísima madre, a pesar de las recriminaciones que ella le hacía por su
prolongada ausencia, la reconocía además “como su Estrella.” En una ocasión le
referiría a su Amigo Manuel Mercado “Mi
madre tiene grandezas, y se las estimo, y las amo hondamente…”.
Doña
Leonor, que en su vejez tuvo que trabajar para sobrevivir, murió pobre, el 19
de junio de 1907, tras, finalmente, haber quedado al amparo de su única hija,
Amelia. Ésta, la última de las hermanas del Héroe Nacional de Cuba, dejó de
respirar en 1944, a los 83 años de edad. Entre todas las hermanas
del primogénito y único varón de Don Mariano Martí, dejaron una gran prole: 19
hijos.
El sólido
y bien definido pensamiento político del Maestro no le dejó doblegarse ante los
pedidos de la familia que, pese a eso, contó siempre con su infinito amor; mas
no por eso, declinó su deber como patriota. Ello fue manifiesto en cada una de
sus epístolas; y en sus sensibles versos, en los que estuvieron presentes todos
sus afectos: las hermanas perdidas, la madre, el padre; mas, igual, la Patria y los necesitados
del mundo.
José
Julián Martí, tuvo un único y amado hijo, el que nació de su unión matrimonial
con Carmen de Zayas. José Francisco Martí Zayas-Bazán, que así se llamó, no
creció al amparo de la pareja, pues ésta se deshizo por sus ideas políticas
opuestas. Sin embargo ello no menguaría el amor por el querido retoño al que le
dedicó –según anotan cronistas- la hermosa poesía “El Ismaelillo”, obra
maestra dedicada al pequeño, apodado de esta manera.
Él, su
hijo, al conocer la muerte de su progenitor, se alistó (1895) en las filas del
Ejército Libertador y junto a Calixto García, insigne patriota holguinero, libró
importantes batallas durante la
Guerra de Independencia. Por su proeza combativa en la
oriental provincia de Las Tunas -donde operó hábilmente el cañón y quedó casi
sordo- alcanzó el grado de Capitán. En 1915, se casó con María Teresa Bancés
Fernández y Criado, con la que no tuvo descendencia.
Hoy, a
los 161 años del nacimiento de este luchador por la Independencia de
Cuba, José Julián Martí Pérez, más que al patriota, quise que viesen al hijo,
al hermano, al padre; al hombre de carne y hueso, más que al Héroe, porque éste
no es desconocido para nadie.
Este día
les traje al sensible ser que antepuso el amor patrio, al familiar, aún cuando
la miel de su dulce corazón empapaba las páginas dedicadas a su muy amada
familia.
24/01/14
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