Por Denis María Reyes
No por ser mujer, ni tampoco feminista, sino por integrar la especie que cavila y actúa como aconseja el entendimiento, que cada vez, con más fuerza, me dice ¿Por qué la diferencia entre el varón y la hembra, por qué aún se permite si solamente nos desiguala el sexo?
Pero este modelo no era una exclusividad de la mujer cubana, sino que lo compartían millones de féminas que aún hoy son excluidas en algunos empleos, o si son aceptadas, en mucho de los casos, su retribución es menor que la de los hombres, de la misma manera que siguen bajo el yugo de sus maridos.
En la antigüedad la mujer era, primero, propiedad del padre que prefijaba su destino hasta entregarla en matrimonio; y después pertenecería al esposo que igual, disponía de ella según su voluntad, pero ¡cuánto ha llovido desde entonces hasta la fecha! Incluso –según investigadores-se ha demostrado, científicamente, que la capacidad de almacenaje y de razonamiento de las féminas es superior a la de los varones.
Hombres, igual, los hay sabios –eso lo sabemos- sensitivos, justicieros, magnánimos, mas los cánones sociales que a lo largo de la existencia humana fueron equivocados para con las mal llamadas del “sexo débil”, cercenaron los sesos de algunos cuya mentalidad contrariamente a lo que debiera ser, no han evolucionado y continúan desconociendo que a la mujer y al hombre solamente los distingue su género. Son iguales y como tal han de compartir: la formación y el cuidado de la familia, el trabajo, las alegrías, las tristezas, el dolor.
No por ser mujer, ni tampoco feminista, sino por integrar la especie que cavila y actúa como aconseja el entendimiento, que cada vez, con más fuerza, me dice ¿Por qué la diferencia entre el varón y la hembra, por qué aún se permite si solamente nos desiguala el sexo?
Ciertamente,
en Cuba y en buena parte del mundo, la mujer ha ido escalando hacia el lugar
que las nivela con su par, el hombre, pero aún se dista de lo que debería ser.
Después
del primero de enero de 1959, la mayoría de las mujeres cubanas -al menos las
que comprendieron que en ello la iba su independencia- cambiaron la batea y el
fogón por libros y lápices; y se prepararon para escalar hacia las Academias
que la formarían como profesionales: maestras, enfermeras, ingenieras, médicos,
científicas y técnicas en las diversos esferas de la sociedad.
Con la
preparación adquirida, las féminas de la Isla dejaron de ser un ente pasivo para
desempeñar un rol protagónico en la vida política, económica y social del país;
y en pos del éxito en sus nuevas ocupaciones se unieron e integraron la Federación de Mujeres
Cubanas (FMC), organización de Masa fundada el 23 de agosto de 1960, que les
permitiría apoyar las diferentes campañas nacionales, pero que también las
defendería y las situaría en su justo pedestal.
Antes del
primero de enero de 1959, el triunfo de la Revolución cubana, la
mujer estaba frenada por las costumbres, los prejuicios, la religión y hasta
las propias leyes que destinaban para éstas el papel de objeto “decorativo” y
de placer, adornadas con las enseñanzas propias para ser una perfecta señora de
casa; esto, para las premiadas con la fortuna, porque, para las otras, quedaban
solamente el delantal, la escoba y una buena cadera para cargar a sus hijos.
Pero este modelo no era una exclusividad de la mujer cubana, sino que lo compartían millones de féminas que aún hoy son excluidas en algunos empleos, o si son aceptadas, en mucho de los casos, su retribución es menor que la de los hombres, de la misma manera que siguen bajo el yugo de sus maridos.
Qué nos
obliga a seguir permitiendo que nos releguen –reflexiono- a continuar bajando
la cabeza, aguantando ofensas físicas o de palabras, obedeciendo ciegamente a
cualquier mandato del varón… por qué la hembra siempre tendrá que estar
dispuesta a complacer al hombre en el momento que éste estime, aún cuando esté extenuada
por la doble, triple, enésima carga de trabajo cotidiano.
Lo
expuesto demuestra que las féminas todavía son mancilladas por el único ser que
debiera compartir con ellas las tareas y responsabilidades del hogar; pero peor
es que estas –no todas, por suerte- tienen la mayor responsabilidad del látigo
que se blande sobre ella.
En la antigüedad la mujer era, primero, propiedad del padre que prefijaba su destino hasta entregarla en matrimonio; y después pertenecería al esposo que igual, disponía de ella según su voluntad, pero ¡cuánto ha llovido desde entonces hasta la fecha! Incluso –según investigadores-se ha demostrado, científicamente, que la capacidad de almacenaje y de razonamiento de las féminas es superior a la de los varones.
No por
casualidad la mujer simultánea perfectamente su importantísimo y privativo rol como
madre, el de esposa, ama de casa, trabajadora, sus deberes como digna patriota,
dirigente. Al par es capaz de cumplir con sus obligaciones de hija, pues no
pocas, además, auxilian a sus mayores, lo que igual es responsabilidad de los hombres,
pero, a veces, su colaboración se resume en: aquí tienes la mesada de los
viejos; y otros, ni eso.
La especie
humana, como ninguna otra, no podría prolongarse sin la participación de la
mujer y el hombre, obvio; y no porque defienda la posición social de la primera,
desconozco que tanto el uno como el otro, son igualmente importantes y dignos,
solo que, es la hembra y no el varón, la que ha sido agraviada históricamente
por los del “sexo fuerte”, como se suele decir al referirnos al hombre.
No soy
feminista, simplemente MUJER que siente como suyo el dolor de las del género
que aún hoy, en pleno siglo XXI, no han roto sus cadenas, o siguen sufriendo
las injusticias sociales presentes desde… ¿cuándo? los inicios de la Humanidad.
Hombres, igual, los hay sabios –eso lo sabemos- sensitivos, justicieros, magnánimos, mas los cánones sociales que a lo largo de la existencia humana fueron equivocados para con las mal llamadas del “sexo débil”, cercenaron los sesos de algunos cuya mentalidad contrariamente a lo que debiera ser, no han evolucionado y continúan desconociendo que a la mujer y al hombre solamente los distingue su género. Son iguales y como tal han de compartir: la formación y el cuidado de la familia, el trabajo, las alegrías, las tristezas, el dolor.
Amiga, la
diferencia la hacen ellos, pero la mayor responsable de ese orden social eres
tú; entonces pues, defiéndete, despliega las alas y encontrarás la igualdad que
mereces.
22/08/13
22/08/13
No hay comentarios:
Publicar un comentario