Por Denis María Reyes
Los 870
millones de personas carentes de los alimentos esenciales para su desarrollo
podrían sentir un alivio a sus penurias con una política defensora y al menos
un mínimo de humanidad, por parte de los gobiernos, los gremios sociales y los
más poderosos del mundo, obvio.
En la
actualidad, los caminos entre ricos y pobres equidistan; los unos y los otros
andan por líneas paralelas, los primeros, porque les conviene y los segundos,
porque no encuentran la manera que la rueda de la fortuna gire, aunque sea por
un instante, hacia sus rostros.
Como
consecuencia de crisis económicas, alza de precios de alimentos y medios
esenciales para vivir; guerras, desastres naturales, epidemias y una política de
empleo discriminatoria, las clases más desposeídas se ven afectadas
severamente, hoy, más que nunca.
Uno de cada
seis niños de países en desarrollo -apuntan versados en el tema- tiene bajo
peso; uno de cada cuatro, posee retardo en el crecimiento y unos 66 millones
van a la escuela primaria con hambre; a pesar de que la producción agrícola
mundial podría alcanzar para alimentar a más de 14 mil millones de personas, es
decir, dos veces la población de todo el Planeta.
Mas,
reconforta saber que Cuba, un pequeño país, fustigado por el férreo Bloqueo
Norteamericano, esté -según informe del PMA (Programa mundial de Alimentos)-
entre los países con tasas muy bajas de subnutrición.
La pequeña
Isla caribeña comparte la posición (en el período 2010-2012) con países como:
EE.UU., Venezuela, Canadá, Chile, México y Uruguay, los que, igual que Cuba,
tienen menos del 5 por ciento de su población afectada por hambre.
A partir de
estudios realizados -afirman directivos del PMA- con más de 3 mil millones de
dólares al año se podría mitigar el hambre de los niños que en edad escolar
padecen el flagelo ¿Acaso los 10 hombres más ricos del mundo, con un capital
ascendente a más de 464 millones de dólares en su conjunto (según estudios de
2012), no podrían destinar esa minucia a los desdichados infantes?
Iguales
posibilidades tienen las 10 ciudades del orbe más poderosas económicamente, por
referirme sólo a éstas, sin obviar otras que, de la misma manera, podrían
apoyar la causa de los pobres. Algunos estudios (que varían de un año a otro y
según los investigadores) sitúan en la lista de 2012 a: Tokio, Nueva York, Los
Ángeles, Chicago, Londres, Paris, Osaka, Ciudad México, Filadelfia y Sao Paulo.
No hay
dudas de que solamente una pequeñez del capital de esas urbes, podrían ayudar
a alcanzar el propósito de reducir a la mitad -para la ya cercana fecha del
2015- el número de hambrientos en la comunidad internacional, tal y como figura
en el primero de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, de las Naciones
Unidas.
El hambre es
el mayor riesgo de la salud -certifican expertos- pues la cifra de muertes por
esta causa es suprior a las ocasionadas, en su conjunto, por el SIDA, la Malaria y la tuberculosis.
Mas, pese a
eso, muchos gobernantes, en vez de luchar por la erradicación de la pobreza,
gastan sus millonadas en programas
bélicos, con argumentos incoherentes e injustificados, pues sus verdaderos
propósitos son claramente oportunistas, ambiciosos y de ramificación mercantil
¡Nada humanitarios!
Es el caso
de las guerras en el Medio Oriente, de la fabricación de aterradores
armamentos, aviones bélicos, mísiles y naves espaciales; muchas de estas
últimas, para bien de la humanidad, pero igual, para su destrucción o el
predominio absoluto sobre el Mundo, de acuerdo a quienes las fabriquen o
dirijan.
Ojalá los
poderosos del Mundo pensasen como el Apóstol de Cuba, José Martí, cuando
enunció: “Con los pobres de la Tierra/quiero yo mi suerte echar…”, pues de
seguro, si así fuese, ese ‘mundo mejor’ que tanto clamamos, sería dable más temprano
que tarde.
Ojalá
–repito- que los 450 millones de dólares que Estados Unidos pide a su Congreso
para el mantenimiento de la cárcel en la ilegal Base Naval radicada en
Guantánamo, Cuba, se los diesen, sí; pero para socorrer a la también millonaria
cifra de hambrientos en el Mundo, que en vez de bombas –como las arrojadas por
los pavorosos Drones- esperan alimentos, medicinas y abrigo.
En ese
reflexionar, incontables veces me he preguntado ¿Adónde fue a parar la
misericordia de los hombres? Es que es difícil asimilar la maldad que hoy
gobierna el pensamiento de muchos de ellos.
01/06/13
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