Por Denis
María Reyes
Ojala los árboles, la atmósfera, las aguas pudieses
emitir una alarma cuando fuesen agredidas por el hombre; y defenderse de estos
como lo hacemos los humanos y los otros seres que muerden, corren, o
vuelan hasta quedar fuera del alcance de
sus temibles perseguidores. Tal vez así el Medio escaparía a la indolencia, a los
ataques de quienes lo habitamos.
Mucho se habla a diario, y más en el Día dedicado a
la defensa de la naturaleza, de lo que se hace y no se debe; de los proyectos
en su defensa y de las presentes y futuras consecuencias por los desmanes
cometidos hoy contra nuestra casa Grande, la madre de todos, la
Pacha Mamá; y hasta mostramos amor por
ella, pero cuando de intereses personales se trata es difícil detener la mano ¿Será
que no pensamos en los sucesores?
En el 2050 la población mundial se acercará a los 8
mil millones de habitantes –prevén expertos- el 50 por ciento, de la actual
población, cuantificado desde 1999: Y para esa misma fecha los gases de efecto
invernadero, deben haber disminuido, igual, en el 50%, respecto a los niveles
registrados a principios del Milenio; mas, al paso que vamos, no creo que alcancemos
la meta.
Es que muchas de las naciones aún no aceptan en
todas sus partes los acuerdos vinculantes del Protocolo de Kioto, y en tanto adecuan
el documento acorde con sus intereses, la atmósfera, por citar uno de los asuntos
más peliagudos, sigue intoxicándose con los dañinos vapores expelidos hacia las
alturas.
En consecuencia, la Tierra sigue recalentándose y
con ella los océanos que día a día van elevando su nivel; aunque de seguro, al menos
los de mi generación, no veremos sus efectos, mas, los del futuro, sí. Son unos
60 millones de personas las que viven a un metro o menos del mar y que, para no
ser engullidos por las aguas, tendrán que decir adiós a los encantos naturales
de las zonas costeras.
Alerta la Organización de Naciones Unidas, que si no se
adoptan las precauciones pertinentes, para el 2050 tendrían que alejarse del
entorno costero unos 200 millones de personas. Está previsto y en eso coinciden
tanto países desarrollados como en desarrollo, que es una necesidad imperiosa
evitar que la temperatura del Planeta supere los dos grados; y en ese sentido
se proyectan.
El tropical clima cubano, como consecuencia del
cambio climático –estiman científicos- ha sufrido variaciones. Ahora los
veranos, o los tiempos de calores, son más prolongados, mientras que el de los
de inviernos, ha disminuido. Las sequías se han incrementado en frecuencia e
intensidad, igual que el nivel medio de la temperatura, así como la altura del mar,
que se elevó por año a más de 2 milímetros.
Eso, de acuerdo a registros oficiales, pero el
cubano nato no necesita de ellos para saber cuán variable se torna hoy el clima
de la Isla; y
dan fe de ello, los bruscos cambios de la temperatura, los regimenes de lluvia,
la fuerza de los ciclones, huracanes, tornados. A veces, amanece con frío y anochece
con calor, o viceversa.
Los frecuentes e intensos fenómenos naturales que
se suceden en diferentes partes del mundo y de lo que Cuba no es la excepción,
igualmente demuestran cuán bravía es la respuesta de la naturaleza que
milenariamente ha sido dañada por lo humanos.
Entre todas las batallas, hay una primordial –que
lleva sobrentendidas otras- evitar que la temperatura mundial no supere los 2
grados centígrados; y ¡qué bien que tengamos en cuenta eso! porque si hoy casi
nos sofocamos ¿Qué será de la humanidad con otra vueltecita a la tuerca?
¡Hace falta que los montes griten, que las aguas
giman y las aves hablen para que los humanos entiendan de sus agonías cuando se
les hiere! o que el Infierno de Dante, de la “La Divina Comedia”,
fuese real, para que todo aquel que atente contra sus semejantes o las propiedades,
sea enviado directamente al Circulo No.7 de allí ¿Acaso no es la Tierra nuestra
mejor y mayor posesión? ¡¿Cuándo el hombre entenderá eso?!
01/06/13
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