martes, 7 de mayo de 2013

“… Salvaguardemos esta belleza…”

Por Denis María Reyes


Las primeras luchas entre los hombres comenzaron, siguieron y continuarán hasta –quizás- destruirse a sí mismos, y con ellos, la tierra, heredad que, según expertos, se formó hace más de 4 mil 600 millones de años y que tristemente, podría desaparecer -amén de los fenómenos naturales- por el obrar inconsciente de los humanos y sus perennes guerras.

En cada período que transcurre menguan las propiedades naturales del Planeta; condiciones que en muchos casos, no son renovables, o su recuperación es demasiados larga, como sucede con los suelos.  

Entre otros fenómenos meteorológicos, debido a los malos manejos del medio ambiente, la temperatura global ha ido en ascenso. Según un reporte del diario cubano Granma, a partir de registros de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), el pasado año se incluye entre los 10 más caluroso del período 1850-2012. 

Desde 1850, en que se iniciara la investigación –se señala en la publicación- la temperatura global de la superficie de los océanos y de los Continentes sobrepasó en 0,45 grados Celsius, el promedio de 14,0 grados observado entre 1961 y 1990. Y, en tanto en algunas zonas se intensificó el calor, en otras lo hizo el frío.
No caben dudas de que por irreflexión o ignorancia se está acrecentando el deterioro de esta gran bola terrestre; por demás, sitiada por millones de cuerpos celestes que por sus periódicos impactos incrementa los daños causados por el hombre. A esto, sumemos las lesiones que le causan los temibles movimientos salidos desde sus entrañas y los innumerables fenómenos naturales que le azotan e irremediablemente, van desgastando su faz.

Cierto es que de las cenizas de los bosques resurgen frondosas florestas; la hierba vuelve a brotar donde estuvo posesionada una roca, tras un desplome de tierra o las venidas e idas del mar; e igual sucede un tiempo después de un terremoto, tras la caída de un meteorito, o de una monstruosa Bomba salida de las manos asesinas de bárbaros humanos, pero las fisuras, de una manera u otra, quedan.

Contra la naturaleza enfurecida poco conseguimos, pero el hombre si puede aminorar la destrucción de la humanidad; y a veces es tan insensato, como los animales sin conocimiento.
¿Acaso no tenemos la seguridad de que todo lo que nos rodea es de los humanos? 

Yuri Gagarin, primer hombre que viajó al espacio el 12 de abril de 1961, dijo: “pobladores del mundo, salvaguardemos esta belleza, no la destruyamos” Por qué no ser consecuentes con el pensamiento de este joven soviético, e igual, con todos los que advierten que estamos arruinando la vida del Planeta.

Como sabemos la naturaleza hace lo suyo y es irrefrenable, sin embargo, el hombre, que si puede controlar sus actos, en vez de cuidar su bello nido terrenal, lo destruye sin pensar ni en el hoy ni en el mañana. Corta un árbol y no lo repone, contamina las fuentes de agua, la atmósfera, la propia tierra y hasta su cosmos -donde ya existe un apreciable “basurero galáctico”- y no se inmuta por nada.  

Hemos visto que el mundo no necesita de porrazos para destruirse. En Cuba tuvimos un Isidore, un Lili, un Gustav, un Ike, el Denys, el Sandy… eventos meteorológicos devastadores, por citar algunos de los tantos que usualmente arremeten contra la Isla. No obstante, gracias al esmero de su Gobierno Revolucionario, se ha preservado la vida, pero la destrucción de predios, viviendas y otras pertenencias, han sido inevitables.

Y si fuésemos a mencionar los fenómenos ocurridos en otros países, no podríamos olvidar el Katrina, el tsunami en Indonesia, e innumerables territorios del orbe; ni los terremotos en Haití y Japón, que dejaron en la infelicidad a millares de personas; y peor aún, miles y miles de víctimas, por recordar algunos de los calamidades mundiales más recientes, pues la humanidad ha sido testigo de cataclismos imborrables.

Como podemos evaluar, La Pacha Mama no necesita que enciendan la pira que la haría arder: Su fuego interno, una sacudida, la furia de sus vientos, una escapada de sus aguas, de sus témpanos de hielo, o la recalentada de su atmósfera, podrían destruir la vida y la tierra; todavía en perfecto equilibrio, pero, armonía que no debemos romper porque acarrearía la ruina de este hermoso feudo terráqueo.

Hasta ahora, a pesar de todo y por ventura, la vida continúa, pero si seguimos arrojando leña en la hoguera, arderemos como meros tizones. 

Hombres: juicio, el Mundo lo necesita, por él y por ti.

07/05/13

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