Por Denis María Reyes
Lo difícil
no es nacer, sino crecer, desarrollarse y comenzar a andar por los torcidos, espinosos
y nada fáciles, caminos de la vida. Lo complejo es aprender a vivir, y hacerlo
bien.
Con
frecuencia se dice, no tengo suerte, estoy marcado por un destino aciago, no
soy de los ‘lleva una estrella en la frente’, pero nunca nos detenemos a
deslindar las actitudes que ayudan a que la vida sea funesta.
Los
destinos lo hacen las propias personas. Primero con la ayuda de sus mayores, de
la familia, de sus maestros, en la formación de sus valores; después con su
propio actuar. El hado que nos alumbrará hay que buscarlo, si es preciso, en lo
más alto del propio firmamento, pues nunca caerá sin inquirirlo, como sucede
con la lluvia.
Si no
se nace en cuna de oro, se ‘fabrica’ el acomodo ¿Cómo? Es que acaso no se tiene
cabeza, manos y pies como los demás. No podemos sentarnos en el ‘valle de los
lamentos’, o a señalar a quienes nacieron enriquecidos, sino esforzarnos por
obtener nuestro caudal, o al menos lo mínimo para conseguir el confort imprescindible
para una vida plena.
Y si
esa suerte que desea no le dio un ‘príncipe azul’ confórmese con el color que
le tocó ¡Qué importa eso, si le facilita la tranquilidad social y espiritual
que le dará quietud!
Hay
que rodearse de lo que es conveniente, de lo que es bueno para alcanzar lo que queramos,
pero sin ambiciones fútiles. Y si en algo se falla, no debemos tirarnos en un
rincón; sino recomenzar, pues el triunfo es de los que perseveran. Es que, a
veces nos falla la mirada, pero no siempre tiene que ser igual.
En
algún momento pensó cuánto durará nella
nostra vita, como diría un italiano.
A qué no.
Razone:
cinco años entre los brazos de papá y mamá; y al abrigo de los círculos infantiles,
de las guarderías; unos 6 con sus primeros profesores, después, llega la
estadía en las aulas del Bachillerato y otros tantos cursos en la Universidad. Luego
el trabajo y finalmente el obligado descanso, entre comillas ¡claro!
Cuántos
seres humanos sobreviven a los cien años...y si los sobrepasa ¿En qué
condiciones?
¡¿Ve
usted!?
Entonces,
valdrá la pena atascarse en las causas perdidas. Evidentemente no.
La
suerte, amigos, el destino, el progreso, no lo busque en manos ajenas. Está en
la habilidad, la constancia, en su arrojo. Hay que atraparla antes de que merme
el ímpetu, para que, cuando comience a declinar, no tenga que decir: tuve una
vida sombría… en todo mi tiempo sobre este paraíso terrenal, viví muriendo.
Como
habrá notado, nacer no es difícil, pero sí aprender a recorrer, con acierto, los
pasajes de la vida.
14/04/13
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