jueves, 24 de enero de 2013

Un hombre… ¿De su tiempo?

Por Denis María Reyes


Hay hombres que vislumbran el porvenir más allá de su existencia; y no por la erudición adquirida, sino porque, además, nacen con la sabiduría que no se alcanza en universidades, sino que llega con ellos y no acaba porque se irradia en todos cual sol resplandeciente.

Trasciende de esta manera –aunque, igual, ilustrado en institutos- José Julián Martí Pérez que con su acción y su obra se perpetuó en la memoria de los cubanos y de la humanidad, pues supo sellar su labor, de la única manera que él mismo anotaría: “El único autógrafo digno de un hombre es el que deja escrito con su obra”.

Su vida política comenzó tempranamente. El 19 de enero de 1869 ya publica en El Diablo Cojuelo, periódico de su amigo Fermín Valdés Domínguez, sus primeros artículos, en franca oposición a las ideas imperantes en ese entonces, cuando la Isla cubana estaba colonizada por los españoles, de la misma manera, se hacía partícipe de la guerra mambisa de los 10 años, iniciada un año antes.

El 23 de enero de ese propio año, en la única edición de su periódico La Patria Libre, divulga, en verso, el drama Abdala, signando de esta manera, una vez más, sus ideas independentistas y con ello y otras tantas actitudes en defensa de la patria y sus ideas, la sentencia que lo llevaría a presidio en plena adolescencia.

Repasando las páginas que inmortalizaron a Martí, el Héroe Nacional de Cuba, no puedo más que compararlo con una enciclopedia viviente, en la que poco escapó a su intuición. Habló de la naturaleza, de la vida, de la agricultura, la educación, la cultura, el deporte, la economía, la salud; de la bondad y del odio, del amor carnal, pero igual, del que sentía por la Patria de todos y especialmente por la suya.

Sí, la primera grandeza del Maestro, como solemos llamarle, fue su incalculable pasión por Cuba, exaltación que -aún casi niño- lo llevó a la cárcel, al destierro, a la Guerra Necesaria y a la muerte física; pero antes, por sus ideales patrióticos fue encadenado y testigo de horrendos crímenes contra los reclusos, que dejaban la piel en las canteras que les hacían romper, más que para pagar su causa,  para llenar las arcas de sus carceleros.

“Mírame Madre y por favor no llores…” diría porque sabía que la imagen que vería en él su progenitora le rasgaría el corazón, pero su amor patrio no le permitiría flaqueza ni ante el ser más dulce y querido que lo alumbró el 28 de enero de 1853 en la casa No. 41 de la calle Paula, La Habana, Cuba.

Vivió apenas 42 años, suficientes para legar un profuso pensamiento en casi todas las facetas de la vida, por no ser absoluta: como político, poeta, filósofo, periodista, diplomático. La pujanza de sus ideas revolucionarias marchaba unida a la vasta obra literaria que comprendió el ensayo, la crónica, la historia. Escribió para los niños, el campesino, el trabajador, el estudiante, la mujer, el anciano; habló de la necesidad de la vinculación del estudio al trabajo, el respeto al derecho ajeno; sobre la religión, la música, el egoísmo e igualmente del camino que llevaba el hombre hacia la destrucción de la humanidad sólo por ladinas ambiciones.

Esos son solamente algunos de los ejemplos de la pródiga obra martiana, porque cada vez que leo a Martí  me digo ¿Nació en aquél ayer...estará por aquí aún, o será cierto que hay mortales que ven más allá de su presente? Y es que su pensamiento es tan coherente con todo lo que hemos vivido y vemos a diario, que volvemos a inquirir ¿De su tiempo o de éste?

Y así seguirán preguntándose generación tras generación, pues al examinar la obra de Martí, el Apóstol de Cuba, igual les parecerá inverosímil que su pensamiento tanga tanta vigencia.

Hablamos de José Julián Martí, un hombre del siglo XIX, vivimos en el XXI  y ya, en aquel entonces, él fue capaz de avizorar algo tan actual, como la destrucción del Mundo, por los propios seres humanos.

Diría el Maestro en aquel tiempo: …”el mundo sangra sin cesar de los crímenes que se cometen en él contra la naturaleza…” e igual, “La naturaleza gime sin que los poderosos quieran escuchar…” Pensamiento con vigor absoluto, tal y como se ha visto en las Cumbres sobre Cambio Climático, desde Kioto hasta la fecha.

24/01/13

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