domingo, 20 de febrero de 2011

Amores que matan

Por Denis María Reyes

Platicar sobre amores que arruinan la vida es algo paradójico, cuando se sabe que ese sentimiento, el más universal de todos, es sencillamente sublime. Entonces, con ese discurrir, habría que dudar de la afirmación que abre este tema ¿inquiero? Al tiempo que asevero, no.

Verá usted: por ambición de poder de quienes no necesitan ni un ápice más del que tienen ¿Cuántos seres humanos han ido a la tumba antes de cumplir su rol en este mundo?

Según estudios realizados por A. Cagliani, catedrático de la Facultad de Historia de Buenos Aires, desde poco más de la cuarta década del siglo XX, hasta sus finales, había 13. 000.000 víctimas como consecuencia de las guerras acaecidas en el período; y cuántas más habría que sumar por los innumerables conflictos en el lapso siguiente, pregunto. Cuántas del anterior… de los otros, desde que el hombre miró más allá de sus necesidades básicas.

La hostilidad entre los hombres está destruyendo la vida del Planeta, y evidentemente, la propia ¿Para qué tanta codicia –digo- si son pocos los humanos que van más allá de los 100 años? Y aún, con más tiempo de vida, no podrían llevarse sus millones a la sepultura.

En el orbe, centenares de personas dejan de respirar diariamente por falta de las condiciones mínimas para la subsistencia. En un mundo –y es lo que más aflige- con el desarrollo esencial para menguar los padecimientos más apremiantes de sus habitantes.
Por la carestía de alimentos, unas 44 millones de personas están a punto de alcanzar el estado de pobreza, según un análisis del Banco Mundial, situación agudizada por los elevados precios de estos.  

Por amor ¡al dinero! los hombres devastan diariamente millares de hectáreas de bosques; convirtiéndose en culpables de la erosión de los suelos, su infertilidad, los deslizamientos de tierras, el calentamiento global, las carestías de lluvia, entre otros males que agudizan, cada vez más, los males que acarrean éstas y otras tantas irresponsabilidades en cualquiera de los frentes de lucha común por la prolongación de la existencia y del hermoso predio que aún disfrutamos.

La Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) advierte que la principal causa de la deforestación es la conversión de la floresta en tierras para la agricultura y la urbanización, acciones necesarias, pienso, pero que han de efectuarse de forma sostenible.

No obstante anima saber –según reconoció la FAO - que en América Latina y el Caribe, Cuba es el país que tiene mayor proporción de áreas de bosques designadas para proteger la naturaleza.

Por amor desmedido al patrimonio personal –reitero- los humanos desde tiempos remotos envenenan el mar y los ríos, fuentes de alimentos, principalmente, de los más pobres. La falta de conciencia, y a veces hasta por ignorancia, propician la contaminación de las aguas con desechos de toda índole.

La avidez de capital y poder de las grandes corporaciones industriales, mineras, petroleras, por citar solo algunos ejemplos, corrompen el aire y las aguas; en lo que influyen mayoritariamente los países más desarrollados como Estados Unidos, Rusia, China y Japón, entre otros; donde además, la gran profusión del transporte, agrava la triste realidad actual.

Al ‘Escudo Natural de la tierra’, la atmósfera, ya tiene agujereado el ‘velo’ protector de la vida: la capa de ozono; igualmente, por amor al capital.

El hombre, a la par, perjudica las cuencas acuáticas: con drenajes de aguas albañales; y hasta por el simple hecho de excretar o bañar animales infestados de parásitos en ríos, arroyos, cañadas, sin percatarse que, al propio tiempo, sus congéneres, aguas-abajo, recibirán la carga contaminante, que tal vez otros -aguas-arriba- dejaron para ellos.

Aquí he expuesto meramente algunas de las heridas que los hombres ocasionan frecuentemente a su casa grande, a la morada de todos, incluidos los que por amor a su peculio, olvidan que sus ambiciones y odios dañan tanto a posesores –ellos- como a desposeídos.

El único mundo que conocemos ha de ser la gran casa de la “familia humana”, dijo el Líder cubano, Fidel Castro, pero para que la vida perdure en él, sus inquilinos han de olvidar las ‘miserias humanas’ que, de la misma manera, socavan el alma.

20/02/11

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