martes, 28 de diciembre de 2010

Planta un árbol y…detén tu mano…

Por Denis María Reyes

La vida de la naturaleza está feneciendo en muchas parte de la Tierra y a la humanidad puede pasarle lo mismo si no se actúa consecuentemente, pues el propio hombre ha ido acrecentando su responsabilidad en el fatal desenlace que acecha.

En la actualidad mucho se explica sobre el tema con el afán de frenar tal descalabro, pero algunos no ven más allá de sus riquezas, sin darse cuenta que éstas solamente servirán para cubrir los cuerpos arrojados a la universal tumba.

Importa mucho hacer un alto para reflexionar sobre el tema, pero más que eso para aprender cuánto daño le causamos a nuestro mundo cuando infringimos sus leyes naturales.

Al incrementarse la concentración de ciertos gases en la atmósfera la temperatura del planeta se ha ido elevando, ambiente que a su vez propicia la aparición de enfermedades y afecta la capacidad mundial en la producción de alimentos e ineludiblemente, incrementa el hambre y con ésta la muerte.

El aumento de la intensidad y frecuencia de fenómenos naturales como El Niño o La Niña, las intensas sequías, los huracanes, las inundaciones y tormentas son efectos del Cambio Climático, según vaticinios - ya desde 1863-del científico británico Tyndall.

El agujero de la capa de ozono va aumentando y con él los perjuicios para la salud humana. La disminución vertiginosa de la flora y la fauna, el daño a los ríos, lagos y mares, sumado a las fugas radioactivas tan mortales para la salud ambiental y del hombre, entre otros, sugieren las acciones que se han de ejecutar para preservar la humanidad y su entorno natural.

Pero la respuesta no atañe solamente a la ciencia, a los gobiernos y a los grandes empresarios, aunque sí son los mayores implicados en el peliagudo asunto, sino al más simple de los hombres, en razón de lo que cada persona ha de poner su ‘granito de arena’ para preservar sanos los bosques, el aire, las aguas y evitar la extinción de todo lo que la naturaleza puso en sus manos para mantenerlos vivos y saludables hasta el fin de sus días.

Planta un árbol y sentirás la satisfacción de que ayudó a preservar la supervivencia, pero detén tu mano cuando la acción implique el más mínimo rasguño a la garante de la vida por excelencia.

Por nuestra responsabilidad el planeta y la vida se tambalean. Nos corresponde ahora redoblar el compromiso para salvar el equilibrio existencial ¿Por qué no comenzamos hoy?

28/12/10

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