jueves, 14 de octubre de 2010

Todo lo que vive morirá sin las plantas

Por Denis María Reyes
denismrg@enet.cu


De la mano unas del otro, las plantas y el hombre vienen juntos desde que esta bola terráquea en que vivimos tuvo condiciones para albergarlos; mas, aunque como gemelos deberían de vivir, el último -sapiente, pero prepotente- a veces, da cuentas de ellas a diestra y siniestra, como si no les debiese su propia existencia.

Transcurridos miles y millones de años –aseguran los científicos- la temperatura de la superficie terrestre fue inferior a la del punto de ebullición del agua, el vapor se condensó y dio lugar a las grandes precipitaciones, que a su vez, crearon el ambiente propicio para la aparición de los océanos.

Luego en los mares se hospedarían las primeras formas de vida, que tras un período de millones de años de evolución fueron poblando la tierra en sus más disímiles formas.
Surgió la vida…el hombre, que tuvo en la vegetación sustento, medicina, ropa, cobija; y hasta le sirvió, luego, para surcar mares y ríos mientras se expandían por su portentoso mundo.

Las plantas fueron y serán siempre, la vida misma, pues además de acondicionar la capa atmosférica con el vital oxigeno mediante el proceso de la fotosíntesis, no hay forma de vida en el mundo que no las requiera, primero para existir, después para seguir viviendo.

Árbol, o bosque arrancado, o cortado, debieran renovarse obligatoriamente por ley; por el hoy y por el mañana, por nosotros y por los que han de venir... y para que el mundo sólo muera cuando su tiempo se acabe.

Por un sendero pleno de árboles frutales –reflexiono- no serían necesarios para subsistir ni edulcorados dulces o complejos alimentos, pues la propia naturaleza lleva en sí la savia que da vida y fuerza.

Estudiosos del tema han descubiertos que ciertas hierbas aromáticas pueden intervenir contra la aparición de células cancerígenas. Sucede con el comino, la albahaca, el ajo, la cebolla, entre otras, como el perejil, el orégano, la salvia; hierbas, por demás, muy útiles en el aderezo de algunos platos.

De la misma manera, las diferentes partes (tronco, raíces, hojas, frutos) de la casi totalidad de las plantas sirven para combatir: unas, la fiebre, otras, el asma, o la artritis; las dolencias del corazón, de los riñones, del hígado, de los ojos y de los más disímiles padecimientos del hombre…y de los animales ¿por qué no? Si sabemos que ellos, por instinto, cuando enferman recurren al campo que les rodea.

Dijo el sociólogo A. Lefebvre "nada tan universal como el culto de los bosques: el hombre ha vivido debajo y encima de los árboles, ha dormido en la espesura de la selva, ha construido su vivienda en las bifurcaciones de los troncos, ha vagado por los claros de la floresta, ha trepado las encinas comiendo las bellotas…”

Nada tan cierto como esa declaración. El hombre nació con las plantas, las sigue requiriendo y moriría sin ellas; es que, la existencia está íntimamente ligada a este  ambiente que hoy la irreflexión humana está llevando a un fatal descalabro que solamente el propio hombre puede detener.

13/10/10

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