sábado, 9 de octubre de 2010

Somos solo eso: simples mortales

Por Denis María Reyes
denismrg@enet.cu

‘Soñar no cuesta’ ¡Y qué hermoso es cuando esa estadía nos permite remontar vuelo hacia un mundo de felicidad! Uno que no tendremos jamás si el hombre no aprende a disfrutar de sus bondades, sino protegiéndolas.

Mas, como no tiene precio, decía, idealizo; y se me antoja que nunca hubo esclavitud, ni guerras mundiales, ni armas convencionales o nucleares… y que aquellas bombas atómicas no fueron lanzadas contra mi gente en Hiroshima y Nagasaki, ni cegaron la vida a más de 214 mil seres.

Y veo, como en las flores, un mundo de colores tal y como lo pinta la propia naturaleza al plagarlo de plantas que le matizan por doquier.

Pienso en un mundo que puede ser como lo proyectemos los hombres: bueno, de alegrías, felicidad, despojado de la perversidad, la avaricia y el individualismo que ha gobernado a los mortales de otros, y de estos tiempos. Y digo mortales, porque ¿Qué somos sin no?

Miro y entreveo en mi pensamiento los frondosos árboles que poblaron el planeta; y distingo cómo juguetean entre sus ramas los incontables pajarillos y especies de toda índole plenos de goce por las abundantes provisiones que les proporciona la naturaleza; mas cuando acerco esas imágenes a nuestros días ¡Bien diferente es el panorama!

¡Y cómo no serlo! El hombre ha desandado por los senderos de la tierra pensando nada más que en su capital personal, pisoteando por dondequiera que va el tesoro natural que hoy es nuestro, pero que mañana hemos de entregarlo con ‘salud’ a quienes han de sucedernos.

A los costosos  y aterradores fenómenos naturales que azotan a la humanidad por estos tiempos, súmesele las macabras ideas de los guerreros dispuestos a convertir el hermoso planeta tierra en un frío o hirviente paisaje lunar.

Advierto, en mi andar, ríos; pero en lugar de las frescas aguas que se deslizaban por sus causes, fluye una fétida corriente sulfurosa mezclada con infinidad de contaminantes que a diario les son lanzados; ya agonizantes, apenas alcanzan las orillas del mar para dejar la mortífera carga que finalmente, destruirá la flora y la fauna marina.

De la misma manera mi pensamiento intuye lagos pútridos e inmensas columnas de humo que se afanan en remontar el firmamento…aves sin nidos, árboles calcinados y piedras calientes sembradas en un terreno negro y sombrío.

¡¿El hombre?! -¿Qué hombre?- Somos simples mortales

¿Valdría la pena, entonces, tanta codicia?

8/10/10

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