jueves, 17 de marzo de 2016

El elixir de tu vida



Por Denis María Reyes 

En vísperas del 8 de marzo, Día Internacional de la mujer, me pregunto, qué decir de ellas si se habla siempre de la igualdad social, de su emancipación, del sacrificio y la abnegación en el hogar, en el trabajo; y en ese discurrir encontré un tema poco tratado, que tal vez para algunos parezca fútil, pero que, realmente, no lo es, pues precisamente ayuda a realizar con gusto y buena disposición ese cúmulo de tareas.

Ciertamente, interesa profundizar en los ángulos mencionados, pues un alto por ciento de las féminas lleva sobre sí ese suma de responsabilidades que puede provocar un estrés permanente y deteriorar la salud física y mental, no obstante, haber demostrado su gran capacidad para combinar hábilmente sus quehaceres y llevarlos a feliz término.

Sin embargo, muchas no piensan más que en esos compromisos, sin dejar, un tantito así, para ellas: se levantan, corren a la cocina o al acicalamiento, quizás, del pequeño que debe llevar a la escuela y apresuradamente, –tal vez un tanto desaliñadas- se dirigen a sus labores fuera del hogar  ¿Es o no es así?

Indubitablemente muchas asentirán en cuánta razón hay en lo que digo, más, aunque sé de ello por experiencia propia, incito a cambiar ese estilo. Hay que detenerse, aunque sea un instante, a observar nuestra imagen antes de todo ese ajetreo y concederle su tiempo, que no es menos importante; y si no le alcanza, será porque no lo incluyó en su agenda cotidiana.

No es lo mismo una mujer deslucida que una bien acicalada. No es que la belleza física importe más que la espiritual, es que ambas han de ir de la mano. Una imagen agradable resalta nuestra valía personal, es el respeto a si mismo y a quienes nos rodean, a los que le agradará observar en sus consortes o colegas una imagen pulcra, bien ataviada, olorosa, algo, por demás, que igual, incluye a los del sexo opuesto, pues no hay nada más seductor que sentir su fragancia varonil.

La vida te da todo, pero también te quita si no entiendes sus códigos, si obvias sus mandatos.

Y hablando de cuidados personales, mencionemos algunos que casi siempre obviamos. Empecemos por los pies, parte de nuestro cuerpo que nos sostienen durante toda nuestra existencia, digo, si es que le damos esa oportunidad; y si no veamos, cuántas veces al mes vamos al podólogo, los tratamos mediante masajes, cremas apropiadas; los protegemos con el uso de calzados adecuados, los libramos de las callosidades que van acumulando por su dura función en el día a día. La respuesta la tiene usted misma.

Así podría ir, de los extremidades inferiores a la cabeza, por cierto, qué desagradable resulta una mujer desgreñada, con falta de aseo y arreglo en su cabello, amén de su atuendo, que puede ser sencillo, pero limpio y adecuado a nuestro cuerpo, al clima, a la moda -si es posible-  de acuerdo a la edad, a la hora del día. Tampoco olvide que las extravagancias llaman la atención, pero no para bien, pues no es lo mismo vestir para actuar en el teatro, que para ir al trabajo o visitar un enfermo.

Y qué bien que en el día, antes de el duchado matinal y vespertino, dediquemos 15 minutos al relajamiento muscular y mental con ejercicios que tonificarán nuestros músculos y ayudarán a liberar las tensiones del quehacer cotidiano.

No diría que con este hacer elevaremos nuestra autoestima, porque ésta va más allá del aspecto físico, pero de seguro le proporcionará el placer de sentirte, primero, satisfecha con contigo misma, y luego, admirada por cuántos encuentres a tu paso.

Amiga,  entonces pienso que, vistas las cosas de esta manera, la idea no es fútil, es salud, belleza, amarse y ganar la admiración de cuántos te rodean. 

Sí, hay que trabajar también para elevar tu yo. Ello, con algo más, puede ser el elixir de tu vida.

¡Feliz día!
 
7/03/16

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