lunes, 5 de mayo de 2014

El estercolero global de los hombres



Por Denis María Reyes
 
En el curso de la vida ocurren hechos que nos conmueven, más, a veces, en la búsqueda de respuestas, afloran otros que obligan a la reflexión. Fue el caso del Boeing 777 que ha provocado una millonaria pesquisa durante la que, más que pistas sobre su desaparición, se encontraron insólitas “islas de basura” en  el mismísimo Océano Indico.

Claro, esa acumulación de bazofia marina no es una exclusividad de ese Océano, pues todas las aguas del mundo son infectadas a diario, precisamente, por quienes más se benefician de ellas.

En el seguimiento de la noticia sobre la desaparición del vuelo MH370, allá por la inmensidad del Océano, asomaron los inauditos islotes atiborrados de la profusa mugre que los hombres les arrojan; y que ha sido arrastrada por las corrientes marinas hasta donde serán remolineadas hasta, quién sabe qué sobrevenir; aunque lo peor es que, esos, no son únicos.

 ¡¿Cómo íbamos a imaginar que en la  inconmensurabilidad de los piélagos existiesen las infaustas huellas de la mano irresponsable de nuestros semejantes?!

La mar, no caben dudas, es el estercolero global de los habitantes del Planeta Tierra, pero cómo habría de ser diferente con éste, si igual, se ha llenado de desechos hasta el propio espacio astral, donde toneladas de residuos llegados desde la Tierra, la circundan cual satélites ajustados a su órbita.

Los océanos ocupan el 70 por ciento del globo terráqueo y tal vez, salvo una catástrofe cósmica, dispongamos de éstos perpetuamente, mas los humanos venideros, en vez de las aún límpidas aguas de hoy, tendrán la mugre que dejaremos para ellos.

Es que además de de los desechos lanzados a las aguas, se mezclan con éstas residuos químicos y radiactivos emanados de industrias y ensayos nucleares que destruyen o transforman el ciclo de la vida hídrica, lo que, irremediablemente, influye en la propia especie humana.

¿Será por ignorancia o por egoísmo que el hombre actúa así?

Temo que la balanza se inclinará hacia una actitud individualista. Es que diariamente se habla sobre la necesidad de preservar el Medio íntegro, tanto para ésta, como para las subsiguientes generaciones; de la misma manera que sobre las nefastas consecuencias que ocasionará el maltrato a la naturaleza.

Gobiernos, manufactureros, marineros, viajantes, trabajadores en general, y los que en el mundo acuden a disfrutar de las cálidas y refrescantes aguas en las playas, tienen una importante cuota de responsabilidad en la contaminación de nuestro portentoso mar.

Veamos: las detonaciones atómicas realizadas en cielo, tierra mar, (incluidas las de Hiroshima y Nagasaki, lanzadas por EE.UU.),  han sido ejecutadas principalmente por los países más poderosos del Mundo (Estados Unidos, China, la ex Unión Soviética, Francia, Gran Bretaña) Los disparos sobre Japón, son  los únicos sobre sitios poblados, pero fueron suficientemente reveladores de sus destructoras y mortíferas consecuencias que,  por suerte, todavía no tienen análogos en la historia de la humanidad.

Vale no olvidar la súplica de un pescador japonés que murió tras el estallido de la primera bomba de Hidrógeno: “Ruego ser la última víctima de una bomba atómica o de hidrógeno.” Murió pocos meses después de haber sido rociado, durante su faena de pesca, con lluvia ácida, tras una prueba nuclear realizada por los Estados Unidos en Islas Marshall.

El bombazo abarcó miles de kilómetros del Océano Pacífico –informaron versados- e islas desiertas y habitadas. El rendimiento de la letal arma, que era de 15 Mt, al estallar se duplicó y tuvo consecuencias superiores a las estimadas.

Calcule el estado de los océanos, la atmósfera, el suelo, los subsuelos y el espacio  astral, tras tantas explosiones atómicas, que según registros de investigadores, hasta 1998 ya totalizaban más de 2050, aunque otros dan como estimados oficiales, unas 2083 pruebas.

El Planeta no es infinito, como no tienen vuelta atrás muchos de sus recursos, pero parece que estamos ignorando eso ¿Será que el materialismo de hoy “matará” nuestro formidable mundo sin una pizca de remordimientos? Hace falta que el amor someta a la codicia, porque, señores, vale más una milésima de segundo de felicidad espiritual que todo el capital del mundo.

No quiero creer que es por frivolidad que la gente va dejando su negra huella por doquier; ni que por la misma razón no ve la pobreza de sus congéneres; ni se duele por las prematuras muertes y secuelas de las guerras; se me antoja pensar que tanto eso como las llamaradas que aniquilan bosques, las suciedades que vuelven pútridas nuestras aguas, las armas que apuntan a la gente y a los pájaros, o la “enfermedad” que está matando el mundo, es por descuido, y no por afición a la maldad. 

Y aunque del tema pudiese hablarse extensamente, baste con subrayar: infectar la “casa Grande”,  tu Mundo, es como envenenar nuestros propios alimentos. Entonces, seamos sensatos, pues.

05/05/14

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