Por Denis María Reyes
Todo lo
que nace, crece, emerge, indiscutiblemente está integrado por elementos indispensables
para su formación ¿O no? Entonces, cuando esas características varían, la entidad
ha de transmutarse, si no en todas sus partes, al menos en muchas de ellas e
infelizmente, casi siempre, más para mal, que para bien.
En sus
inicios el planeta tierra estaba formado por todos los componentes geomorfológicos
necesarios. Poseía -lo sabemos- frondosos
bosques, caudalosos ríos, una mar limpia; atmosféricamente era pura y estaba protegida
por un escudo natural –la capa de ozono- que hoy por hoy, dista mucho de lo que
era.
Desde los
albores de la humanidad, el hombre comenzó a servirse de los recursos de la Madre Natura, pero tan
anárquicamente, que poco a poco, por no decir profusamente, fue aniquilando
muchos de estos.
Los
bosques son ejemplos irrefutables de estos estragos ¡Tan vitales para el
equilibrio del ecosistema y tan maltratados! Los hombres le dieron, y aún lo
hacen, infinidad de usos a sus árboles: construyó moradas, elaboró y sigue creando
objetos de todo tipo; los utilizó para hacer el fuego, en sus embarcaciones. En
conclusión, se benefició de cuanto le ofrecía la floresta, lo que no hubiese sido nocivo, obvio, con una
tala moderada.
De la
misma manera en ellos encontraba alimento, medicinas y el sosiego espiritual, condición
esencial para una vida saludable; pero aún conscientes de eso, los humanos
hemos atentado contra la naturaleza.
Advierten
especialistas que la deforestación, al propiciar la disminución de las lluvias,
influye en la variabilidad del clima; e igualmente, de forma negativa, en la
erosión de los suelos, en las pendientes de los ríos, el hábitat de las especies,
en la fertilidad del territorio, en la moderación de los caudales de los arroyos,
entre otros problemas ambientales. Como se observa, la preservación de los
bosques evita fuertes impactos ambientales.
Intensificar
la reforestación –anotan los letrados en el tema- reciclar, aprovechar al
máximo las maderas de un árbol; y educar para que todo el que se beneficie con
la tala de éste, inmediatamente plante otro, es vital. Protegiendo las grandes
y pequeñas extensiones de bosques, estaremos salvaguardando, igual, las
reservas biológicas, sus funciones hidrográficas y los restantes beneficios que
provienen de estos.
Ha
llegado la hora de que no veamos los recursos naturales solamente como una
fuente económica, pues cuando el ecosistema es sobreexplotado, o mal manejado, va
a la ruina, sino ahora, después. Existen innumerables ejemplos que lo
corroboran, pero citaremos solamente 2 de los fenómenos muy evidentes: la
disminución de la frecuencia de las lluvias y la inestabilidad del clima.
Tuve la
suerte de ver y disfrutar de las aguas cristalinas de los ríos en las montañas –un
mero ejemplo de otros daños causados por el hombre al Medio Ambiente-, pero del
mismo modo, la desdicha de observar como van muriendo los ya lánguidos hilillos
que recorren las ciudades de lado a lado, con un torrente oscuro, pútrido,
grasiento, lleno de mugre, sin fuerzas para deleitarnos con su suave, fresco y
característico murmullo.
Lo mismo sucede con nuestros mares, cuyos litorales son el basurero de cuántos transeúntes se les acerca; y en las profundidades marinas igualmente yacen innumerables objetos contaminantes de la flora y fauna de esta extraordinaria fuente de vida ¿Responsables? Todos, absolutamente todos, desde los gobernantes que no trazan políticas severas contra los violadores del Medio, hasta el ciudadano más simple que es incapaz de ver más allá de sus intereses personales.
A lo
largo de la existencia, el hombre ha dado muestras de su excepcional inteligencia,
erudición que se precisa ahora para vencer el reto actual: salvar la Madre Naturaleza
de los peligros que acechan al Mundo.
7/11/13
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