Por Denis María Reyes
Imagínense
a ciertos personajes de la política… bla,bla,bla,bla…”predicando la moral en
calzoncillos”, como bien ha definido la voz popular a las personas que
acostumbran indicar “haz lo que yo digo y no lo que yo hago”.
Resulta
que los creadores de la demoledora Bomba Atómica juzgan a quienes obtienen la
energía nuclear para usos pacíficos, olvidándose que sus predecesores fueron los
primeros en obtenerla, utilizarla y que aún, ellos, los continuadores, no han
renunciado a su tenencia.
Con el lanzamiento de las bombas denominadas Little Boy y Fat Man (Hombre Gordo), los norteamericanos fueron los primeros en andar por ese camino; episodio patentizado, inicialmente con la fabricación de los nacientes artefactos atómicos; luego con su lanzamiento en Hiroshima, el seis de agosto de 1945; y después, con el otro disparo en Nagasaki, el día 9 del propio mes y año.
El
Gobierno de Japón, a pesar de la catástrofe causada por el inusitado explosivo
en Hiroshima, no pensó en la rendición, pues consideraba que los
norteamericanos solamente poseían una sola bomba, pero tras el lanzamiento del
segundo proyectil atómico en Nagasaki, comprendió la peligrosidad del enemigo y
anunció -según se anota en documentos históricos- su rendición el 15 del propio mes de agosto, pacto
sellado definitivamente el 2 del siguiente septiembre, capitulación con la que
concluyó la Segunda
Contienda Mundial.
Al finalizar la guerra los norteños junto y al frente de sus aliados, exigieron al país nipón los tres principios anti-nucleares: no producción de esas armas, la no posesión de éstas y la no autorización de las mismas sobre su territorio ¡Irónico, no! pues acababan de carbonizarlos con el uso de esa energía, tan rápido como la luz de un relámpago.
Al finalizar la guerra los norteños junto y al frente de sus aliados, exigieron al país nipón los tres principios anti-nucleares: no producción de esas armas, la no posesión de éstas y la no autorización de las mismas sobre su territorio ¡Irónico, no! pues acababan de carbonizarlos con el uso de esa energía, tan rápido como la luz de un relámpago.
Unas 220
000 personas –de agosto a diciembre de 1945- fallecieron: instantáneamente, por
quemaduras, envenenamiento o enfermedades causadas por la radiación desprendida
de las bombas. Con las detonaciones, Harry Truman, en ese entonces presidente
de los Estados Unidos, trazó a su antojo las pautas a seguir, por ellos y sus
aliados: Australia, Nueva Zelanda, la
India británica y el Reino Unido.
Hoy día, continúa
la lucha por la exclusión de la energía nuclear, movimiento que apoyo incondicionalmente,
pero llama la atención que el pionero y hasta ahora único país en usarla contra
la humanidad, pretenda convertirse en paradigma del ideal.
Estados
Unidos, el primero en usar la potente bomba, logró el primer patrón con la
ayuda del Reino Unido y Canadá, que participaron en su diseño y fabricación. La
dirección e investigación científica del proyecto correspondió al físico
estadounidense Robert Oppenheimer.
Nada
justificó el abominable crimen –opinan historiadores- pues la guerra ya estaba prácticamente ganada y por su causa –la bomba
atómica- murieron más civiles que militares.
La lucha
tenaz por la erradicación de la energía nuclear cobra cada vez más fuerza, pero
mientras unos abogan por su uso a favor de la humanidad, otros aparentemente
tienen los mismos propósitos, pero su actitud demuestra todo lo contrario, pues
tienen muy bien guardado su arsenal atómico.
Por qué
unos países sí y otro no. ¿No sería más apropiado que el mortífero explosivo
desapareciera del Planeta, tanto para los unos como para los otros? Si
realmente queremos convertirnos en guardianes de la vida para qué queremos en
ninguna parte del Mundo los Little Boy, los Fat Man o sus análogos.
“Dios mío
¿qué hemos hecho?” diría el capitán Robert Lewis, copiloto del B-29 Enola Gay, nave pilotada y comandada por el Coronel Paul
Tibbets y que transportara la primera bomba atómica detonada sobre seres
humanos.
El
protagonista del crimen dio la verdadera dimensión de lo que ocurrió en el
suelo japonés: imagen invisible hoy–eso hace
la diferencia- para quienes dirigen el disparo de los Drones, los mísiles u
otros armamentos semejantes, mas no por eso estos seres son menos perversos.
La enorme
columna de humo y fuego, a una temperatura de unos 4 mil grados centígrados,
calcinó hombre, tierra y toda una obra humana, dejando nada más que brazas y
cenizas; lamentos, llanto y dolor en los pocos seres que tuvieron la desgracia
–no podría ser suerte- de vivir para ver y no olvidar jamás las imágenes
horrorosas dejadas por aquellos hombres sin alma.
Por eso
tenemos que abogar con cuerpo y espíritu porque aquella llamarada de fuego gris-morado
que nubló el cielo Nipón no vuelva a envenenar los aires de nuestro ya magullado
Mundo.
Seamos
gendarmes de la paz mundial, pero con las manos tan limpias como bebés, tras su
primer grito al nacer.
Han
transcurrido 67 años del execrable crimen nuclear y seguimos viviendo en un
mundo tan convulso como en aquellos tiempos, tanto que hasta tememos por una
Tercera Contienda Mundial. No bastaron los millones de seres humanos muertos,
ni las heridas causadas a nuestro Planeta para que los gobiernos dejen de
pelear por triviales ambiciones.
Entonces,
como ellos no entran en razón, medito, toca a las mayorías la solución
definitiva. Es nuestra responsabilidad detener la masacre humana y salvar al
mundo de esos gobernantes que como pirañas van de Nación en Nación destruyendo la
vida y su progreso. A fin de cuenta somos más. Podemos.
Para qué
queremos saber si hay o no vida en el Planeta Marte –digo- ¿Acaso, igual, para
arrasar con sus posibles habitantes, para colonizarlos, para arrebatarles lo
que por naturaleza y ley sería de ellos? o para decir: --somos los reyes del
Universo? ¡Hombres de la Tierra,
bajad la cabeza o desapareceréis de un soplo nuclear!
Si no
hemos sido capaces de vivir en Paz aquí, de contener enfermedades como el SIDA,
el cáncer u otras tan temibles como éstas, para qué queremos encontrar otras
plazas, otras formas de existencia ¿Será quizá como un sinónimo de Poder? No
sería mejor preservar lo que poseemos.
Llegó la
hora de poner fin a todo lo que signifique muerte y decadencia del entorno; de
que los hombres seamos más objetivos; sin negar el progreso y el lógico deseo
de conocer nuevos mundos; ansias loables, pero con los pies bien firmes sobre esta Tierra que
hasta lo que sé, no se la arrebatamos a extraterrestre alguno.
Hombres,
necesitamos Paz. El 2 de septiembre de 1945 finalizó la Segundo Guerra Mundial ¡Qué
maravilloso sería que en esta fecha de 2012 se sellase un pacto de amistad
verdadero entre todas las banderas de la comunidad mundial!
Romántica
sí, pero más que eso, es que me lacera un profundo dolor por las heridas que
van dejando las guerras que, cada vez con más furia, van matando a la gente y
sofocando el mundo con el hedor de los cuerpos de sus semejantes.
27/08/12
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