Lo que tenga que ver con nuestro
medio y la vida, venga de donde venga, debe concernirle a todos, por eso, tuyo
o de otros, amiga colega, sé que no te parecerá mal que irradie tu obra en
defensa de la naturaleza; por el bien de la gente de hoy y de la que
ineludiblemente continuará –digo- si la del presente, le da esa oportunidad. He
ahí mi interés por exaltarla.
Naturaleza
con derechos
Mientras unos buscan la manera de convivir armónicamente con el medio ambiente, otros no pierden la oportunidad de saquearlo
Por Karina Durant / 03-06-2012 / 18:29
La tala
ilegal de árboles es uno de los desmanes que más afecta a
la Sierra del Rosario, reconocida internacionalmente como
reserva de la biosfera desde 1985 por sus valores naturales e
histórico-culturales. No todos los que llegan al área protegida —una
de las 253 declaradas en el país— tienen la intención de contemplar
o resguardar la flora y la fauna; hay un buen porcentaje de
contraventores cuyo principal objetivo es comercializar el
patrimonio.
Durante
el mes de mayo el Cuerpo de Guardabosques ocupó en la zona más de 15
metros cúbicos (equivalentes a 87 bolos) de madera preciosa cortada para
llevar. Según el jefe del Circuito de Protección de Montaña Sierra
del Rosario, Jorge Alonso Lugo: “Son hechos que atentan contra
nuestro entorno, y la mayoría de los infractores son reincidentes,
pues las multas que podemos aplicar aún son muy flojas”.
Opinión
similar tiene Fidel Hernández Figueroa, director de la reserva y de
la estación ecológica ubicada en el lugar: “Las acciones contra el
medio ambiente tienen una respuesta legal bastante débil.
Resulta necesario revisar y reforzar la legislación para prevenir
el impacto negativo del hombre sobre los recursos
naturales, especialmente sobre la madera. Es un grave problema
que enfrentamos los manejadores del área, y creo que es una situación extendida
a casi todo el país”.
Montañas sagradas
La Sierra del Rosario fue la primera
reserva de biosfera declarada en Cuba, y es la más pequeña de las
seis existentes. Pertenece a la provincia de Artemisa, y tiene una
extensión superficial de 25 mil hectáreas. Al referirse a las
riquezas que allí le rodean, Hernández Figueroa cita 889
organismos vegetales conocidos hasta la fecha, aunque él tiene
la certeza de que “todavía nos faltan estudios o inventarios
más profundos sobre especies de la flora.
“En
cuanto a la fauna —explica— las aves son el grupo más indagado; de
las 131 que recorren estas montañas, 14 representan el 50 % de las
endémicas del país”.
Además,
según refiere este experto en temas ambientales, viven en la
zona una de las ranas más pequeñas del mundo y 32 especies de reptiles,
entre ellos un lagarto de río, con hábitos acuáticos.
Son
valores que singularizan por tanto la Sierra del Rosario, así como otras
reservas de biosfera e importantes entornos del territorio nacional
—incluida la plataforma insular marina—, requieren un tratamiento cuidadoso,
un manejo integral, rectorado por el Centro Nacional de
Áreas Protegidas (CNAP).
Amnerys
González Rosell, especialista coordinadora del grupo técnico de
esa institución, subraya que están establecidas ocho
categorías de manejo, que se homologan con las de la Unión Internacional para
la Conservación
de la Naturaleza (UICN). Hay unas más estrictas que otras,
que admiten mayor o menor intervención humana.
El
objetivo es conservar, resguardar los recursos. “Las áreas protegidas
no se pueden explotar —precisa Amnerys—. Son espacios en los que se
elabora un plan de manejo, con programas de vigilancia,
educación ambiental, atención de la flora y la fauna… Las
actividades socioeconómicas que allí se realicen deben estar
reguladas”.
Al decir de
González Rosell, hay lugares que solo admiten estudios
científicos, cuyos resultados sirven, entre otras
cosas, para desarrollar un manejo activo cuando es
necesario recuperar poblaciones de especies muy
amenazadas y ecosistemas.
En el
país quedan pocos lugares vírgenes o casi vírgenes, con bosques
que prácticamente no se han tocado. “La reserva de
biosfera —subraya Hernández Figueroa— se homologa, según
la UICN, con la categoría de área protegida de recursos manejados.
“Aquí hay
zonas núcleos que son intangibles por sus valores naturales y
su alto porcentaje de endemismo, en las que solo es permitida
la investigación. Hay una franja que las rodea, donde se
pueden realizar actividades pero de una manera sostenible. Y hay
un espacio externo, en el que se actúa de forma un poco más intensa,
pero siempre controladamente”.
¿Caminar sobre las leyes?
“La tala
indiscriminada de árboles no es el único problema que enfrentamos
—informa Hernández Figueroa—; hay caza ilegal y sustracción de
materiales (arena, cantería), luego usados en la construcción.
También hay quienes ilícitamente extraen productos
naturales (orquídeas, curujeyes), para venderlos posteriormente en
la ciudad; a pesar de que a estos se les indican los lugares donde deben
actuar, ellos se internan en espacios restrictivos”.
Por
supuesto, no son tales individuos los únicos que atentan contra la
diversidad biológica en Cuba. Al respecto, José Alberto
Álvarez Lemus, especialista del Centro de Inspección y Control
Ambiental (CICA), comenta que está prohibida la captura en el medio
silvestre de aves como el negrito y el tomeguín, sin embargo,
la gente no respeta las leyes.
“Destruyen
los nidos —resalta Álvarez Lemus—. Los que compran cotorras, para
usarlas como mascotas, no saben que posiblemente los hermanos
de ese ejemplar murieron”.
El carey,
la cigua, el cocodrilo y las polymitas igualmente son víctimas de
la sobreexplotación. La Resolución 160, de especies
significativas, recientemente puesta en vigor, es y será
una vía para frenar la comercialización de valores del
medio ambiente, presentes tanto en áreas protegidas, como en otros
espacios cubanos.
Afortunadamente,
a pesar de los desmanes, la conservación del patrimonio
natural, y cultural, tiene defensores. La estación ecológica de la
reserva cuenta con 25 trabajadores encargados de la gestión, el
manejo y la investigación.
Uno de
los proyectos que hoy implementan es el de la preservación de la
agrobiodiversidad, pues, como señala Yolanda González Pérez,
una de las especialistas ambientales del colectivo, mucho se habla
de la diversidad salvaje y poco de la agrícola.
“Tenemos
identificados los cultivos del frijol caballero y el común, del ají y
el maíz”, afirma.
Igualmente,
Daymara Cordero Acosta encamina en la localidad la mejora de
la prevención y control de especies exóticas invasoras en ecosistemas
vulnerables. Especial interés tiene en la pomarrosa, que se
dispersa rápidamente y obstaculiza el crecimiento de otras plantas.
Ecologistas que persisten
Ecologistas que persisten
En otros países
—según la especialista coordinadora del grupo técnico del CNAP—
la presencia de poblaciones en las áreas protegidas es
bastante fuerte. En Cuba, sin embargo, esa cifra no es
significativa; son fundamentalmente zonas inhabitadas, aunque
algunas tienen pequeños asentamientos, tanto en su interior
como en su periferia.
Ubicada
en la propia Sierra del Rosario, la comunidad Las Terrazas tuvo un
origen ecológico. Así lo refiere Margarito Balbosa Martínez,
un hombre de noventa años llamado cariñosamente “alcalde del pueblo”, quien
recuerda cómo los campesinos, que practicaban una agricultura de
subsistencia en aquel entonces, empezaron a trabajar en la actividad
forestal.
La
siembra de alrededor de 7 millones de árboles, en mil 500 kilómetros de
terrazas de plataforma constante a partir del año 1968, dio nombre a la
comunidad. “Precisamente por estar devastadas las montañas
—explica Alejandrina Naite Cabeza, directora de Servicios Turísticos
comunitarios del complejo—, los pobladores tuvieron como principal
misión la reforestación”.
Buena
parte de los habitantes, dedicados hoy fundamentalmente al turismo
ecológico, devuelven el verdor al entorno, y aprecian sus bondades. Los niños
saben lo que significa una planta.
Con
paciencia escuchan a Analia Piña, directora del Ecomuseo, cuando
habla de los valores histórico-culturales y naturales de la
reserva: Aranjuez, campamento mambí que funcionó
hasta finales de la guerra del 98; ruinas de cafetales y
asentamientos de colonos franceses, que llegaron a Cuba luego
de huir de la revolución haitiana; los Baños de San Juan;
la cascada del río San Claudio; el corredor de aves; la
plantación en terrazas…
La
comunidad, con todas las condiciones creadas (servicios médicos,
tiendas, círculos infantiles, escuelas, etcétera) en
medio de las montañas, acoge a personas orgullosas de su
historia.
“Generalmente
—destaca Alejandrina— la escuela es la que hace una labor
más profunda de educación ambiental con los niños, hacia
la familia; también hay círculos de interés y festivales para mantener
tradiciones culinarias”.
Levantarse
cada mañana y “ver lomas y pájaros”, respirar la brisa fría del
campo es un privilegio que solo se preserva con cuidado.
¿Por qué unos van a cortar lo que otros siembran? La
naturaleza, y las acciones a su favor, merecen respeto.
El
Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SNAP) representa el 19,93 %
del territorio nacional, que incluye la plataforma insular marina. De
acuerdo con las categorías de manejo se clasifican en: Reservas
Naturales (5), Parques Nacionales (15), Reservas Ecológicas (37),
Elementos Naturales Destacados (43), Reservas Florísticas Manejadas
(65), Refugios de Fauna (50), Paisajes Naturales Protegidos (17) y
Áreas Protegidas de Recursos Manejados (21).
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