domingo, 1 de abril de 2012

En tiempos de la cosmonáutica la paz anda sobre pies descalzos



Por Denis María Reyes

Con la mirada perdida en el infinito pregunto ¿Habría paz en la tierra algún día, la tendremos… hasta cuándo esperaremos para disfrutarla… será que nunca llegará esa estadía a este mundo? Y finalmente distingo, sin más, un Paraíso quimérico: el de “nunca jamás”, que sólo sería cambiable con el viraje total de algunas de las políticas predominantes en estos tiempos.

¿Decepcionada? Un poco, pues ¿Hubo paz antes o después de nuestra era –por citar una fecha- La respuesta la dejo a su elección, pero si en algo coincide, no dude en compartir sus ideas.

No existe un día –al menos desde que tengo uso de razón- que no se hable de enfrentamientos entre los humanos; y no me refiero a los conflictos individuales, que no por eso carecen de importancia, sino a los exclusivos de cada nación y a los que vulneran los contornos de otras.

La lucha por la hegemonía ha encandilado de tal manera a los hombres que no les deja ver más allá de las crueles batallas por conseguir dominios ajenos. La avaricia les ciega sin permitirles advertir la pobreza y los sufrimientos de los millones de pobres que abundan en el mundo; y hasta creen que pueden mitigar su dolor entregándoles migajas.

En todas las épocas, sin excluir la nuestra, abundaron los conflictos bélicos, contenidos los dos de alcance mundial que cortaron el aliento de millones de seres humanos, pero nunca antes hubo una amenaza general de la magnitud actual, pues ahora basta con oprimir un botón para arruinar la existencia humana y el medio que la sustenta.

Una vez más Cuba apostó por la vida. Recientemente, en su defensa, abogó ante el organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) por la eliminación de las Armas Nucleares, la mejor manera para convertirnos en garantes de  la Paz y la seguridad de nuestro Planeta; aunque, no desconoció la necesidad del uso pacífico de esa energía.

Durante la visita a nuestro país del Crucero por la Paz, conocimos algunos testimonios expuestos por sobrevivientes de los bombardeos de Hiroshima, Nagasaki y de otros temibles sucesos vinculados al desarrollo de la energía atómica. Al escucharlos  los corazones más duros se estremecieron ¡Y cómo no sentir aquellos lamentos como propios después de conocer los horrores que ellos vivieron!

Bombas hoy peores –al decir del Líder de la Revolución cubana, Fidel Castro –, porque son de varios megatones y, por su precisión, alcanzarían decenas de veces la potencia de aquellas. Con plena conciencia de las catastróficas consecuencias que acarrearían, Fidel ha dicho que “el mundo tiene que defender la causa más importante de todas: la supervivencia, reiterando, que tenemos la obligación de ganar esa batalla.

En nombre de supuestas causas justas, como las trasladadas en los últimos años al Oriente Medio, el hombre ha mandado matar y -según su parecer- nunca erró el tiro. Al esclavizar a sus hermanos, igual, inventó una historia para quedar absuelto… Y así, con pretextos semejantes, sigue por todo el mundo arruinando la existencia de sus semejantes como si fueran meras alimañas.

La Paz… ¡Cuántos Pactos, reclamos e ilusiones perdidas en la lucha por la equidad mundial…por tantas veces y en proporciones tales, que casi, casi logran plegar la fe “en el mejoramiento humano”! No obstante, me apego con mucha fuerza a esa hermosa frase del Héroe Nacional de Cuba, José martí, y sigo idealizando que un día reinará la Concordia en la Tierra.

En nuestro mundo la Paz ha sido más aparente que real,  porque ¿Cómo pretender armonía con un arsenal atómico apuntando sobre nuestras cabezas? Cómo entender que existe, si cuando la tenemos por acá, falta en cualquier parte del Planeta.

En la tierra necesitamos amor, bondad, juicio, tanto como el aire que respiramos, para que reine la amistad entre los hombres; y el requerimiento es apremiante, porque, discordantemente, en tiempos de la cosmonáutica, la Paz anda sobre pies descalzos.

 1/04/12

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