Por
Denis María Reyes
Con cierta alarma –supongo- se examinan las estadísticas
que demuestran cómo los desastres
naturales crecen y lo destruyen todo cada vez con mayor frecuencia; pero,
pregunto ¿Más que preocuparnos por lo, hasta cierto punto, inevitable, no
habría que accionar con mayor voluntad para reducir las calamidades provocadas
por los propios seres humanos?
Y digo ‘hasta cierto punto’ porque sabemos que los
malos manejos de los recursos naturales, la sobreexplotación y la contaminación
globalizadas, contribuyen al deterioro ambiental, que irremediablemente estalla
por cualquiera de sus puntos más frágiles en el momento menos esperado.
Más de 300 Desastres Naturales -según reporte del
diario cubano, Granma- se llevaron a la tumba a 30 mil seres humanos en el 2011,
al propio tiempo que las pérdidas económicas ascendieron a 366 mil millones de
dólares contra los 243 mil registrados en el año 2005, hasta ese período, la
cifra más alta.
Pero, si se adicionan otros sucesos que igualmente a
diario cobran vidas ¿A cuánto ascendería la alarmante cifra? Víctimas de los numerosos
eventos bélicos, de la mal nutrición, por la carencias de servicios médicos, en
fin, por la pobreza extrema y la violencia imperantes en múltiples países del
mundo.
En 2011 los sucesos catastróficos –registran las
estadísticas de la ONU- agredieron principalmente a Japón, Brasil, Estados
Unidos, Tailandia, Turquía, Filipinas, China y el Cuerno Africano, pero –mirando
hacia atrás- antes fueron devastados Haití, Indonesia y numerosas naciones más que
aún no se recuperan de las trágicas pérdidas.
Los terremotos, inundaciones, sequías, tormentas
tropicales, olas de calor y frío, tsunamis, deslizamiento del terreno, deshieles,
son irrefrenables, pero los hombres con su mal procedimiento frente a la
naturaleza están precipitando muchos de estos fenómenos.
La Cumbre de la ONU sobre Cambio Climático, en Durban,
Sudáfrica, habría sido un momento oportuno para plausibles pactos en defensa
del Mundo, sin embargo solamente se consiguió un grupo de acuerdos que obliga a
los mayores contaminadores a reducir los gases de efecto invernadero.
Mas, de ninguna manera será suficiente para detener el calentamiento
global, como tampoco lo es el apoyo financiero para que los países de menos
desarrollo jueguen su rol en la gran batalla por la supervivencia del Planeta y
sus especies.
Los Delegados al Diálogo, están comprometidos a
trabajar este año en un tratado legalmente vinculante para reducir las emanaciones
de gases que dañan el ambiente, pero no habrá una decisión definitiva hasta el 2015;
y más lejana aún resulta la fecha -el 2020-
en que entrarán en vigor los proyectos resultantes ¡Quién sabe qué pasará desde
ahora hasta esa data!
Según algunos expertos el Coloquio de Duraban fue un
éxito, en tanto para otros, no fue más que un paliativo -con los que coincido- no
obstante, sentencia un viejo refrán ‘Del lobo, un pelo’.
El mundo está cambiando e igual requiere que los individuos
-para su bien y el de éste- sean hombres diferentes, mas para eso es preciso voltear
la hoja y despojarse de las ansias imperiales que hoy los está dominando.
29/1/12
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