sábado, 4 de junio de 2011

Exiguas señas de cordura en un Medio Ambiente convulso



Por Denis María Reyes
 
Hoy llegamos a un Día Mundial del Medio Ambiente en el contexto de una situación convulsa en la que, por un lado el Planeta da señales de fragilidad ante las fuerzas naturales que se desencadenan y por el otro los hombres –principalmente los más poderosos- la emprenden contra todo, y todos.

De qué estamos hablando pues, cuando con un rostro ¿angelical? se dice que vamos a luchar contra el terrorismo y en cambio se desencadena, ‘con todo’ una guerra diametralmente opuesta a esos supuestos principios humanitarios.

Y me refiero a la guerra porque es una de las principales causantes de la destrucción del ecosistema. En estas, se dilapidan finanzas que podrían dedicarse a la instrucción de las personas para que aprendan a lidiar con el Medio sin causarle daño.

El Día Mundial del Medio Ambiente  es un momento para reflexionar e instrumentar o hacer valer los mecanismos de protección  a la naturaleza.

Nunca  antes supe de tantas desgracias en tan poco tiempo: fue el tsunami en Indonesia; el fenomenal Gustav en Cuba, los terremotos en Haití, Chile, China, Japón e inundaciones en varios países de América Latina y otras partes del mundo.

Hay que mencionar asimismo, intensas sequías, siniestros incendios, tornados, ahora de forma recurrente en los Estados Unidos; olas de calor y de frío, nevadas nunca vistas; deshieles no calculados, erupciones volcánicas ¿Cuánto más hace falta para que los hombres vean que vivimos en ambiente estremecido por fuerzas naturales incontenibles?

El mundo para arder no necesita de teas ¿Acaso la inteligencia humana no avizora eso?

Este año el día Mundial del Medio Ambiente tendrá su sede en la India que avanza hacia “una economía verde”, en tanto, aquí en Cuba, la celebración será en la provincia de Camagüey, territorio que destaca por su labor en la recuperación y conservación del entorno.

Ojalá que mañana esa fecha puede exaltarse en cualquier punto del Planeta y que los hombres hayan comprendido que la mayor riqueza de los humanos es nuestra naturaleza.

Del mismo modo sueño con que -por añeja que sea- no haya individuos en la sociedad capaces de malgastar ¡40 mil dólares! en una botella de champaña, fortuna que podrían ser donada a la humanitaria campaña de preservar, aunque sea, una ínfima parte de los bosques del Planeta.

¡Eso si sería una noticia estimable!


04/06/11

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