Por Denis María Reyes
Lastimeramente nos detenemos a pensar en eso cuando ya
casi la vida se acaba. La máxima no es mía, sino de mi esposo, el que, al
escuchar un reproche, me dijo: “camino que todos llevamos…”, llamándome a la reflexión
ante mi actitud tediosa, por un proceder de mi querido viejo ¡Claro! expresión
que nunca significó desamor ni mucho menos una falta al respeto.
Jamás olvidé el aforismo; y siempre que es menester, lo
repito a mis sucesores, o cualesquiera que no se percate de la profundidad de ese,
aparentemente, simple enunciado, pues quien no llegue a esa edad, quizás
mañosa, será porque feneció tempranamente en sus andares por los difíciles
caminos de la v ida.
Y lo peor es que somos los mayores los responsables de
que los bisoños no sepan sobrellevar a los longevos, a guiarlos, a respetarlos
y a tomar de ellos su caudal de experiencias, que por poco que sea, lleva la
sabiduría que sólo te dan los años vividos. Sino, pregunto ¿Quiénes le dimos la
vida, los educamos o tutelamos sus pasos hasta convertirlos en personas adultas…?
La sapiencia de los antecesores –poca o mucha-, la
aprovechamos durante largos años, mas, cuando la pupila se deslumbra con la
presencia del nuevo titulado y la posibilidad de instalarlo a nuestro lado, rezongamos,
¡cuándo se acabará de jubilar este viejo! olvidando sus enseñanzas y cuánto
significa para él voltear la espalda a todo lo que fue su vida. Pero lo peor,
amigos, es que no pensamos en el propio yo, que tal vez ya esté “al doblar de
la esquina”.
Cuando veas una pupila apagada, una cabellera
blanquecina, sobre una piel rugosa en un ser de andar lento, pasos inseguros, cabizbajo…
tal vez rumiando sobre lo que fue su alegre o triste existencia, o sobre lo que
querría deshacer, si tuviera una nueva chance, al darle la mano, piensa… camino
que todos llevamos.
Y así, en ese discurrir, una avizora cualquiera de las
calles del mundo, plagadas de ancianitos titubeantes al cruzar las avenidas,
sin que nadie detenga su agitado paso para brindarle socorro a esa vida que, quizás,
a la vuelta de pocos soles, deje de existir.
Y no voy a referirme a lo que debemos y no hacemos,
sino a lo que no podemos olvidar cuando nuestros progenitores se acercan al fin
de sus días. He ahí que hemos de convertirnos en sus pies, sus brazos, su
mente, sus ojos; y hacerlo sin la menor sombra de amargura, porque hoy representamos
sus sentidos, pero ayer, ellos fueron los nuestros.
Por eso, mis queridos “viejos” lo dicho va dirigido a
la diversidad de géneros, pero como se acerca el 19 de noviembre, Día Internacional del Hombre,
esta meditación, sin desdeñar a los otros, y parafraseando al DrC. y escritor,
Julio César González Pagés, hoy está especialmente dedicada, a todos los que
representan el género: Macho, Varón, masculino; y entre ellos, a los de
cabellos más blanqueados.
Camino que todos llevamos.
16/11/16
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