Por Denis María Reyes
Casi desde
siempre la humanidad ha vivido en un mundo convulso, en el que se tensa cada
vez, con más fuerza, la cuerda de la existencia, y no muchos se percatan de que
todo lo que es mal tratado pierde tanto sus atributos como sus genuinas riquezas
para, finalmente, quedar aniquilado.
En el periodo 2014
no hubo un día en que no se hablara de hechos bélicos, como si hubiesen sido
pocos los desastres naturales o acaecidos involuntariamente por errores humanos
o por irresponsabilidad ante la madre
Tierra.
Millones de
personas, dejaron de existir por hambre, otros tantos sufren de enfermedades
curables, como otras miles aún se debaten entre la vida y la muerte por
epidemias tan temibles como el Ébola, por sólo citar la más fatal de éste y de los
últimos tiempos.
El calor, las
lluvias, el frío, las fuertes nevadas, el deshiele polar, las inundaciones, los
efectos derivados del cambio climático, a diario van socavando la vida
terrestre; y como si fuese poco, en el lapso que acaba de concluir, también hemos
conocido de barbaries como la desaparición de los jóvenes Normalistas en México,
o de sucesos como el secuestro de más de 200 niñas en Nigeria, entre otros
hechos vandálicos.
¿Qué haremos para
frenar estos y la ola de calamidades que azota al mundo? Evidentemente si no
actuamos, los estragos llegarán a nosotros lo mismo que un boomerang; y, lamentablemente,
ya lo he dicho, pagarán primero los más vulnerables de la familia humana.
En el periodo que
acaba de cerrar, millones de personas sucumbieron como consecuencia de la
violencia, la pobreza, la ignorancia, por el deterioro del clima, por falta de
asistencia médica, por las guerras que aún no acaban, en tanto enormes fortunas
que podrían socorrerlas, fueron destinadas a estas últimas.
Según
estadísticas mundiales, y solamente por concepto del comercio de armas, anualmente
se gastan cerca de 80 mil millones de Euros, caudal que debiese utilizarse en asistir
a los desposeídos, a los dañados por devastadores fenómenos naturales; a
preservar la vida en vez de destruirla, pues aún hay miles de personas agobiadas
por la miseria.
La existencia, el
principal de los Derechos Humanos, tema tan llevado y traído a conveniencia de
políticos, es obviado por gobiernos y por las ricas potencias que guardan sus
arcas “bajo siete llaves” en vez de destinarlas a los desamparados.
En 2014, sin soslayar
los importantes intentos de muchos gobiernos, políticos, organizaciones y
grupos humanitarios en favor de la paz; los logros de la ciencia y la técnica,
hay que hablar, más que de eso, de muerte, de aviones civiles derribados o
desaparecidos “misteriosamente”, de países asediados por terroristas y sus cómplices,
disfrazados de conciliadores; y de Naciones, que por falta de recursos no
pueden más que lamentar las pérdidas.
Con inteligencia,
unidad y el despojo de ambiciones inútiles, los hombres pueden frenar los males causados a la naturaleza y
por ende a la existencia misma.
La Humanidad
necesita PAZ. Llegó la hora de trabajar concienzudamente por ese mundo MEJOR de
que tanto hablamos y que, desesperadamente, anhelamos.
10/01/2015
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