Por
Denis María Reyes
A cualquiera le resultará paradójico que algo fácil
esté atorado en un “callejón sin salida” o perdido en el laberinto de los
imposibles por todos los siglos pasados, y más que nunca, en el presente: se
trata de la concordia entre los hombres.
Para conseguirla ojalá bastase con tirar al basurero de
la historia un vocablo y subir a su pedestal uno nada más que de tres letras:
paz, pero con un significado que ahora mismo están deseando los más apaleados
por el emperador de todos los tiempos, el dinero.
Resulta claro, que esos léxicos no son más que una mera
combinación de letras, usadas para introducir el tema, pero ese monosílabo, es más que eso: representa
bondad y despojo de la malignidad enfermiza que domina a muchos humanos, que a
veces me provocan una duda ¡¿Lo serán!? O son equívoco entre los verdaderos. Es
que no concibo tanta perversidad entre seres con raciocinio.
Y mientras el “sultán” dinero gobierne los destinos del
mundo no habrá PAZ, algo que atrevida y categóricamente me oso certificar, pues
no es necesario ser muy intuitivos para vislumbrar lo que sucede y hacia donde
nos están encaminando las ambiciones que sabemos perecederas, pero que nos dominan.
Las ansias de poder importa a los que tienen por Dios
el nocivo dinero, el que, además, emplean para derribar a quienes su misión es la
salvación de las naciones más frágiles.
El “Todopoderoso” de los ambiciosos, eje de la
discordia humana, inversamente a lo que se debiera, es utilizado para derrocar
a los políticos que trabajan por el bienestar de las sociedades; y a veces, incluso
-y lo digo con tristeza- hasta sirve para embaucar a personas incautas,
incapaces de ver cuánta maldad hay en los que los lanzan al yerro. Ha sucedido
en Bolivia, en Ecuador, en Argentina, Brasil, en fin, donde quiera que haya una
figura gubernamental con desempeños a favor de las grandes mayorías: los
pobres.
En nombre de pactos amistosos y de “combatir el
terrorismo”, ya lo he dicho, “se lucha” en el Medio Oriente, muriendo allí
miles de inocentes, entre los que ¡claro! no está ninguno de los hijos de los
mandantes de las guerras ¡cómo podrían entonces saber del dolor de una madre,
de una familia que pierde a sus seres queridos en esos conflictos! ¿Qué paz les
estarán facilitando a esos pueblos? Ninguna, entonces, es evidente que no
tienen moral para hablar de ella.
La moral se predica con ropajes de vergüenza, no en
calzones; y quién no sabe que hay países que dicen ir a la guerra para
“combatirla”, conminan a respetar los Derechos Humanos y democráticos, sin
embargo, los pisotean por dondequiera que pasan, de la misma manera que piden
un “adiós a las armas” con un arsenal sobre su espacio y el ajeno, capaz de
destruir el mundo entero sólo en minutos.
La concordia entre los hombres es posible, pero con
positiva voluntad para conseguirla, sin “medias tintas” ni segundas o terceras
intenciones, porque “a la larga”, si se lograse, irá al fracaso, llevando con
ésta a otras luchas que aumentarán las muertes y la destrucción, así como
dejarán a nuevos hogares en la incertidumbre.
Visto el Mundo de este modo, no podemos más que decir que
sí, la paz es viable, pero no de la manera que muchos políticos están
maniobrando, porque es claro que en vez de conseguir la concordia, enredan más
las situaciones de los pueblos, y ellos mismos se enmarañan, en una cuerda que,
quizás, aunque “a medias”, tenga un final feliz para ellos, pero los pueblos
seguirán atascados entre sus verdaderos sueños y la realidad que les acorrala
tras las mañosas conflagraciones.
Por eso digo que en tanto en el mundo gobierne el “monarca
dinero”, la paz seguirá atascada y caminando a pasos de tortuga.
Y vuelvo sobre la paz, porque, tras cada vuelta del
mundo sobre su eje, “la concordia aumenta”, y las revueltas, iguales, pero sin
comillas.
21/03/17